Las salas de guerra de los cuarteles militares de Colombia están forradas con las fotografías de sus enemigos. Las caras de guerrilleros, narcotraficantes y paramilitares empapelan las paredes. En la parte más alta, como el jefe de todos ellos, colgaba hasta hace unas semanas un retrato de Nicolás Maduro.
El ejército lo consideraba la mente criminal que ha puesto a Colombia y Venezuela en una tensión que ha derivado en una pequeña guerra fría en estos últimos tres años. Ese escenario de confrontación ha quedado atrás este lunes con el acto de un hombre vestido de traje que levantaba la mano derecha frente a un teléfono que registraba el momento. Era Armando Benedetti, el nuevo embajador colombiano en Caracas, y del otro lado de la línea llegaba la voz con un eco metálico del canciller encargado.