Angie Peña fue escondida en sótanos, casas, vehículos, barcos y hoteles. Muchos vieron, pocos han hablado, pero lo cierto es que la joven Angie Peña nunca se ahogó en alta mar ni tampoco tomó un rumbo desconocido por voluntad propia, sino que desde que salió de Tegucigalpa con su familia de vacaciones hacia Roatán, fue vigilada, monitoreada y perseguida por traficantes de mujeres y niñas, miembros de una enorme red de trata que opera en Islas de la Bahía.